7.11.13

Pónganse cómodos

Hace algo de tiempo, en la escuela secundaria, tenía una profesora de lengua ("¡Literatura!" "¡Séigual profe!"). Pobre, a veces me daban ganas de abrazarla. Una cordobesa de armas tomar y aspecto temible. Nunca se sometió a ese invento moderno del alisado definitivo y andaba por la vida con su pelo crespo, negro noche, a pesar de haber ya doblado la esquina de los cincuenta hacía rato.
Esta señora, como ya dije, me despertaba intensos deseos de abrazarla. Porque éramos un curso horrible. Era desgarrador mirarla mientras intentaba transmitir algo de toda su pasión por los libros, y verla fracasar sistemáticamente. Y a mí, desde que tengo memoria un pequeño ratón de biblioteca (bookworm, primera acepción), me dolía. Pobre señora. Aplastada bajo el tsunami de la indiferencia. Pobre.
En fin, esta mujer siempre repetía algo así como: "Los libros nos hacen viajar", o cosas similares. Que, con el tiempo, llegué a la conclusión de que debe estar en una especie de librito que les dan a todas las profesoras de lengua ("¡Literatura!") cuando se reciben. No creo que sea así. Los libros a mí no me hacen viajar, pero ahí están, en el fondo, calladitos y quietitos, esperando a que me acuerde dónde es que leyó esta ridiculez por la que está atravesando carajo, que ni que fuera una novela la vida.
Y qué se yo, algo de crédito tengo que darle a la amazona cordobesa, porque sin saberlo ella plantó la idea del blog. Acá no viajamos, acá mostramos el detrás de escena. Mi detrás de escena, aunque pueden agregar los suyos si así lo desean. Acá fabricamos parásitos. Bookworms, en su segunda acepción.

Que lo disfruten.

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